jueves, 31 de diciembre de 2009

Ascensión invernal a Manzaneda

A las 8 en punto de la mañana el despertador anunciaba que el reposo y el descanso se habían terminado. Fuera, las fortísimas rachas de viento y la lluvia torrencial golpeaban con fuerza el quicio de la ventana y advertían que lo más sensato era permanecer a resguardo del temporal. Sabíamos a lo que nos enfrentábamos y por eso teníamos muy claro que nada nos echaría para atrás, al menos para intentarlo, ya que la ilusión y las ganas de una nueva aventura estaban muy por encima de cualquier condición climatológica.
A la hora acordada Iago llegó a casa, montamos las cosas en el coche aprovechando la tregua que el tiempo nos dió y partimos rumbo a nuestro destino: Cabeza de Manzaneda. El viaje transcurrió tranquilo entre los compases de la música y fuertes aguaceros que no dejaban de acompañarnos a lo largo de todo el trayecto. La incertidumbre de lo que nos esperaba y la tranquilidad de saber que lo estábamos intentando también viajaban con nosotros además de la incredulidad de algunos y la incomprensión de casi todos.
Dos horas y cuarto después de haber salido llegábamos a Trives, lugar desde el que comenzaríamos la ascensión al coloso orensano. Los aguaceros habían remitido y las esperanzas de ascender sin lluvia se hacían patentes en nuestras caras y nuestro ánimo aunque todo era una burda mentira ya que los dioses de la montaña utilizarían todas sus armas para dificultarnos la subida. En medio de esa breve bonanza conseguimos descargar las bicis y prepararnos adecuadamente para nuestro reto y cuando ya estábamos listos para salir una fina lluvia comenzó a caer advirtiéndonos que no se había olvidado de nosotros.
A pesar de no hacer demasiado frío nos abrigamos suficientemente como para hacer frente a cualquier eventualidad y así, bajo una lluvia que se iba incrementando comenzamos la ascensión.
El puerto está claramente dividido en dos partes bien diferenciadas, la primera discurre por una carretera sin demasiada pendiente aunque siempre ascendente con un firme bastante deteriorado que hace que el pedaleo no sea todo lo cómodo que nos gustaría. La segunda parte viene tras un cruce a mano izquierda donde el cambio de carretera se hace patente pasando ahora a estar mucho mejor asfaltada pero con una pendiente mucho más pronunciada. Encaramos los primeros momentos con toda la tranquilidad que la experiencia nos dicta y a los pocos kilómetros un invitado inesperado se suma a las dificultades propias del puerto y de la lluvia. El viento comienza a soplar con una intensidad moderada que hace que a veces la bici se nos tambalee peligrosamente. Poco a poco vamos cogiendo un buen ritmo de subida mientras los sorprendidos conductores que bajan del puerto nos agasajan con gestos y gritos de ánimo, hasta las vacas nos observan perplejas como preguntándose "¿dónde coño van estos?".
Los kilómetros de esta primera parte de la ascensión van cayendo con bastante facilidad y casi sin darnos cuenta hemos ascendido los primeros diez y entramos en la segunda parte del puerto donde el viento nos espera con fuerzas renovadas. A estas alturas nuestras ropas ya estan empapadas aunque los chubasqueros hacen que por dentro sigamos manteniéndonos secos y con una buena temperatura corporal. No podemos decir lo mismo de los piés que en este punto ya empiezan a sufrir las primeras consecuencias de la lluvia y el viento.


A pesar de haber ascendido la primera parte del puerto con aparente facilidad el esfuerzo era patente en nuestras caras, la lluvia continuada nos obligaba a realizar un esfuerzo extra pero teníamos la situación totalmente controlada. Paso a paso nos abríamos camino hacia la cumbre donde suponíamos nos esperaba la nieve y el frío. En un primer momento el cambio de carretera nos benefició a la hora de protegernos del viento y realizamos aproximadamente medio kilómetro sin sufrir sus continuos latigazos pero pasados esos 500 metros podemos decir que se convirtió en el principal protagonista hasta que llegamos arriba. Las rachas eran ahora más fuertes que nunca, la lluvia se te clavaba en la cara como finas agujas y el dolor era intenso, pedalear se convirtió en una dura prueba de resistencia y fuerza. La pendiente también se vió seriamente incrementada y la falta de vegetación que nos protegiera del ululante viento hacía que la ascensión se convirtiera en una auténtica tortura. Las palabras entre nosotros dejaron paso a un silencio sólo roto por los terribles lamentos del vendaval que estábamos sufriendo. Cada uno iba concentrado y pensando en lo suyo, encogidos sobre nuestras bicis para así escapar un poco a la fuerza del dios Eolo que se empeñaba en dificultarnos las cosas. Eran los momentos más tensos y difíciles de la ascensión, los conductores se seguían sorprendiendo de ver a dos locos subiendo Manzaneda en bicicleta con ese temporal pero sus gestos y caras no hacían más que darnos fuerzas y motivación para llegar arriba.




Sabíamos que en pocos kilómetros ganaríamos una zona llana y con árboles que nos protegerían del viento, y desde ahí ya no quedaría mucho para llegar a los bungalows. Pero antes de esto la nieve ya comenzaba a estar presente en las cunetas de la carretera lo que hacía presagiar que arriba el manto blanco lo cubriría todo casi por completo, algo que no hacía más que animarnos y hacer que pedaleáramos con más fuerza. Pasado el tramo más duro de todo el puerto por fin llegamos a una zona donde llaneamos durante más o menos un kilómetro. Además de ser una zona donde al fin nos pudimos relajar, esta parte del puerto era con mucho la más hermosa de toda la ascensión ya que ahora el bosque nevado ocupaba los márgenes de la carretera y las vistas eran realmente espectaculares. Disfrutamos de este tramo a sabiendas que casi estábamos arriba, hacía ya tiempo que los piés habían dejado de existir o al menos eso parecía ya que apenas los podíamos sentir. Por fin llegamos a la zona de los bungalows donde estan todas las instalaciones pero nuestro objetivo estaba algo más arriba, concretamente 5 kilómetros más arriba de donde nos encontrábamos pero llegados a este punto nos encontramos con que la carretera estaba cortada debido a las enormes placas de hielo que la cubrían. Era imposible poder continuar por lo que decidimos quedarnos e intentar hacer algo por los alrededores. La nieve era bastante profunda y hacía imposible la circulación de las bicis pero no por ello dejamos de intentarlo y de divertirnos un rato.


Después de estar un buen rato disfrutando de la nieve nos cambiamos la ropa mojada por los repuestos que llevábamos (calcetines, guantes y camisetas) para así afrontar la bajada con algo menos de humedad en el cuerpo. Al menos para mí fueron los momentos de más frío y ni los calcetines consiguieron que los piés entraran en reacción. La bajada fue mucho menos traumática de lo esperado, dejó de llover y a excepción del viento, que a ratos sopló muy fuerte ( Iago pasó de los 40 por hora a 8 debido a una ráfaga) haciendo más peligroso el descenso no hubo mayores incidencias. Yo por mi parte a punto estuve de pegarme un buen golpe cuando mi rueda delantera de repente se quedó sin aire haciendo que perdiera el control de la bici y me fuera al arcén del otro carril. Terminamos la bajada con tranquilidad y sin lluvia, toda la tuvimos en la subida. LLegamos al coche co 38 kilómetros en el zurrón después de 2:29minutos de pedaleo a una media de 15,5 por hora. No está nada mal para la subida al puerto y más en las condiciones en las que lo subimos. Posteriormente subimos de nuevo en coche para ducharnos y por fin entrar en calor, el que esto escribe tardó 25 minutos bajo el agua caliente en recuperar la sensibilidad en los piés. Tras la ducha, un pequeño tapeo para comer y vuelta a casa.



lunes, 10 de agosto de 2009

Camino de Santiago

La vida es aventura y está llena de retos y son estos los que en definitiva le dan sentido a nuestra existencia. La Banda del Cheri es como la vida, está llena de retos, aventuras y pasión. Se puede pensar que hacer Vigo-Santiago siguiendo los pasos de nuestros ancestros peregrinos no es un reto lo suficientemente complicado para los miembros de La Banda, y más si tenemos en cuenta que esta ruta ya fue realizada hace un par de años pero el reto en esta ocasión no era la capacidad de resistencia o aguante físico de los integrantes de La Banda sino que ahora lo que realmente se medía era la capacidad de supervisión en una marcha compuesta no solo por miembros de La Banda sino por personas ajenas a la misma y no acostumbradas a la realización de tales aventuras. No queremos con esto restar mérito a los cuatro aguerridos e intrépidos "mateistas" que se apuntaron al reto de Santiago ya que por mucho apoyo externo que se les pudiera ofrecer nadie puede pedalear por ellos y todos y cada uno de los kilómetros recorridos son enteramente de ellos y de sus piernas.
Antes de comenzar el relato de lo acontecido durante el camino procederé a presentar a los integrantes del pelotón: representando a La Banda del Cheri se encontraban Dani , Iago y por supuesto el Cheri. El Mateo iba representado por Jose, el Pinilla, un zamorano y un suizo.
Por fin había llegado el día, la cita, como no, era en el Bar Mateo y la hora de partida las 8 de la mañana (una hora excesivamente temprana para algunos de nosotros pero había que sacrificarse). Al contrario de otros retos realizados por La Banda no había caras de ilusión en los integrantes del pelotón y estas eran sustituidas por caras de sueño en unos, incertidumbre en otros y caras que decían bien a las claras "¡dónde cojones me metí con lo bien que se estaba en cama!". Con caras o sin ellas partimos a las 8:30 de la mañana rumbo a Santiago y ya no paramos de pedalear hasta... la calle Cantabria, 5 minutos después de comenzar. La cadena de la bici de Jose dijo que no quería ir y decidió romper en plena subida. Gracias a Iago y su troncha (que no gracias a la troncha de Iago) la avería fue resuelta y pudimos reanudar la marcha. Decidimos ir por el Camino de la Traida ya que era el acceso más asequible para terminar en una vertiginosa bajada por carretera hasta Redondela y desde allí seguir las marcas hasta Santiago. El tramo de la Traida lo hicimos tranquilos y sin esfuerzo, en la bajada hasta Redondela todos disfrutamos un poco de la velocidad ya que la carretera se brindaba a ello por su anchura y por carecer de dificultad en sus curvas. Así la gente llegó bastante relajada y contenta a Redondela donde las marcas nos llevaron por callejuelas estrechas y en obras hasta sacarnos de la urbe y meternos ahora si por caminos vecinales alejados de la carretera. Mientras el Pinilla se metía con todo el que se cruzaba en su camino el Zamo gruñía "porque coño nos hacen dar tantas vueltas si por la carretera llegábamos al mismo sitio".
Si bien el camino no era excesivamente duro ni complejo las pequeñas subidas entre casas y curvas iban haciendo que las piernas se fueran poniendo duras y que el esfuerzo aunque no continuado fuera casi siempre constante. Creo que fue poco antes de llegar a Arcade cuando nos topamos con una subida de asfalto bastante dura en la cual Iago se quedó atrás con Zamo y lo ayudó para que pudiera subirla sin bajarse de la bici. Esta dura rampa culminaba en una pista de tierra donde Iago y su flamante Orbea Occam de carbono cedida por Bici Total (tu tienda de confianza) sufrieron el primer pinchazo del día. Para no perder más tiempo, los "mateistas" continuaron el camino comandados por Dani mientras Iago y yo (más Iago que yo) reparábamos la avería. Pronto contactamos de nuevo con ellos ya que Jose tenía problemas con el pedalier que se le aflojaba y necesitaba una llave Allen para poder continuar.
Sabíamos que a la salida de Arcade había una subida bastante dura de monte con bastantes piedras y con bastante humedad que la hacía más resbaladiza y dura pero resultó menos complicada de lo esperado ya que estaba arreglada y la subimos mucho mejor de lo que pensábamos. La idea era comer en Caldas de Reis y el horario acompañaba. Paramos un rato en Pontevedra para tomar algo (un poco de agua, un bocata, algún helado y alguna cerveza) y darle un respiro a las piernas y continuamos el camino sabiendo que ya faltaba algo menos.





Todavía nos quedaban algunos repechos de monte antes de llegar a Caldas pero poco a poco los fuimos solventando y avanzando en nuestro camino. De los 4 "mateistas" Pinilla y Jose eran los que mejor lo llevaban, el Suizo se destacaba en los tramos más favorables y sufría en las subidas mientras que Zamo llevaba un ritmo muy constante durante toda la travesía sufriendo casi desde el inicio del camino pero manteniendo y controlando muy bien sus fuerzas. Antes de llegar a Caldas hicimos otra pequeña parada aprovechada para comer algunos y para echar un pitillo otros.
Con algo más de la mitad del camino recorrido por fin llegamos a Caldas de Reis donde paramos a comer. Era la 1:30 del mediodía, una hora perfecta para comer tranquilamente y poder encarar los últimos 40 kilómetros con las garantías suficientes. Aquí os muestro una imagen de la parada y comida en Caldas, no es apta para personas sensibles pero esta es la imagen de un peregrino camino de Santiago.



Casi como al comienzo de la etapa la salida de Caldas se vio truncada por un nuevo pinchazo, esta vez era Jose quien pinchaba la rueda delantera. Decidimos que el Zamo y el Suizo continuaran mientras los demás nos quedábamos a cambiar la cámara ya que eran los que iban más justos y así podríamos adelantar un poco de tiempo. Una vez subsanada la avería y tan solo 10 minutos más tarde de nuevo la cadena de Jose volvía a decir basta y se rompía en medio de una subida de gravilla. Nueva parada y nueva reparación del Señor Leirós quien se estaba conviertiendo en el auténtico lider de la travesía. Jose estaba desesperado y ya no sabía que pensar.



Mientras todo esto pasaba nadie sabía lo que ocurría entre el Zamo y el Suizo (nos lo tendrán que contar ellos), algunas voces en el pelotón decían que se habrían peleado o incluso perdido...
Con la cadena de Jose arreglada de nuevo (pero cada vez con menos eslabones y menos capacidad de tensión) continuamos por el camino de gravilla acercándonos a nuestro objetivo. Dicho camino estaba cruzado constantemente por regatos de agua que lo atravesaban por una canalización de piedras que fueron el origen de un nuevo pinchazo de Jose, era increíble pero de nuevo teníamos que parar para reparar otra avería. En esta ocasión Jose decía "así no llegamos a Santiago, voy a llamar a mi novia para que me venga a buscar". Al final arreglamos el pinchazo y continuamos con la esperanza de no sufrir ningún nuevo percance. Durante este tramo Jose bajó radicalmente el ritmo por miedo a forzar la cadena y que le partiera de nuevo. Pocos kilómetros antes de llegar a Padrón enlazamos con Zamo y el Suizo que nos estaban esperando en un parque. La cadena de Jose estaba a punto de partir de nuevo y hubo que volver a quitarle eslabones, por supuesto que fue Iago otra vez el encargado de reparar la avería y al final decidimos que había que parar en una tienda de bicis para cambiar la cadena ya que esta no llegaría a Santiago. Fue llegar a la tienda de bicis de Padrón y pronto nos atracaron, 18 pavos por una cadena y eso que le dijo que quería una barata. Con la cadena nueva Jose rodaba ya mucho mejor y más cómodo. A partir de aquí ya fuimos todos juntos para afrontar los últimos kilómetros. Las piernas ya llevaban una buena paliza y era ahora cuando los esfuerzos se empezaban a pagar de verdad. Los últimos 10 ó 15 kilómetros se hicieron más que por fuerza física por cabeza ya que sabíamos que el objetivo estaba cerca y había que sufrir un poco más. Ahora más que nunca el apoyo de La Banda era fundamental para que algunos de los integrantes del pelotón siguieran pedaleando y salvando los repechos que nos quedaban. Poco antes de llegar a Santiago Dani también estaba pinchado y realizó los últimos kilómetros con bastante cuidado para no romper la cubierta definitivamente (es lo que tiene el mundo de la competición). Así no pudo disfrutar de lamejor bajada de todo el camino, un pequeño sendero de piedras bastante estrecho que moría al pie de unas casas antes de llegar a la carretera que definitivamente nos llevaba a la gran subida del hospital de Santiago. Una vez en la capital gallega fuimos callejeando antes de llegar por fin a una abarrotada Catedral que nos esperaba con ansiedad. Lo habíamos logrado, siete horas de pedaleo desde Vigo para llegar por fin a Santiago.
Desde aquí quiero dar la enhorabuena a todos los integrantes del pelotón, santiago ya está conquistado ahora sólo nos queda el MUNDO...

martes, 5 de mayo de 2009

TRANSGALAICA 2009: EL REINO DEL RALLIE-MAN


Las sensaciones eran buenas, la preparación había resultado todo un éxito tanto a nivel mental como físico pero la hora de la verdad había llegado y todo lo que había sido positivo podía quedar en nada si fracasábamos en nuestro nuevo reto. Era una responsabilidad enorme ya que era la primera vez que La Banda participaba en un evento de este calibre y definitivamente aquí podíamos enterrar nuestro nombre para siempre o hacer que este comenzara a sonar en los círculos más pros del panorama biker nacional.
La cita era en Pontillón do Castro (Berducido) y hacia allí nos dirigíamos con la cabeza llena de dudas y Banzai sonando en el reproductor del coche. Hacia las 9:20 de la mañana llegamos a nuestro destino y fue en ese instante cuando las verdaderas dudas asaltaban a nuestros protagonistas (a uno más que otro). La vista era espeluznante, cuerpos cincelados a golpe de pedal sin un atisbo de grasa en cada uno de sus rincones (chicas, teníais que haber venido), piernas curadas por el sol y recién aceitadas brillaban más que el astro rey que se sentía eclipsado por aquellos extraños brillos, muchos ya entrenaban subiendo aquellas rampas que rodeaban las instalaciones, bicis rígidas de no mucho más de 10 kilos de peso y sabe Dios cuantos euros, manillares planos...
Sin duda estábamos en su reino, en sus dominos, allí la raza dominadora era la del RALLIE-MAN y nosotros eramos unos infiltrados, unos simples hobbits en el oscuro mundo del mal y de los orcos (una Remedy para atraerlos a todos, una Fuel Ex8 para atacarlos, en la tierra del RALLIE-MAN donde sólo hay repechos).
Las palabras pronunciadas por Iago ("uy, aquí hay mucho nivel, estamos fuera de lugar") eran tan estremecedoras como las del gran mago Gandalf cuando fueron atacados por el Balrog en Moria ("este rival los supera a todos, aquí las espadas ya no sirven de nada, corred"). A pesar de todo salimos del coche y fuimos a inscribirnos mientras buscábamos con la mirada alguno que pareciera normal. Yo contaba con la ventaja de parecer uno de ellos ya que puedo tener muchas cosas en mi cuerpo pero la grasa no es una de ellas pero el "grueso" iba terriblemente preocupado.
Justo antes de formar la parrilla de salida la megafonía anunciaba que tuvieramos cuidado ya que el monte estaba lleno de animales sueltos, y yo me preguntaba ¿pero no son estos los animales?. Cuando los corredores importantes (entre los que no estábamos nosotros) fueron colocados en las primeras posiciones de la parrilla de salida dieron la orden para que los demás nos colocáramos en posición para comenzar la prueba. Como buitres, hienas o chacales los participantes se avalanzaron hacia la salida para coger un buen puesto habiendo incluso alguno que saltó la valla para ganar así unas posiciones. Entretanto Iago y yo nos quedamos tranquilos observándolo todo y como no ocupando las últimas posiciones del pelotón. Nuestra meta no era llegar los primeros sino simplemente terminar la carrera, y lo demás ya se vería.
Y así dieron la salida y comenzamos a pedalear, la afluencia de corredores no era a la que estábamos acostumbrados en las marchas y aquí había mucha menos gente (esto simplemente era para mayores y los niños se quedaron en casa). A los pocos metros de comenzar nos topamos con la primera rampa del circuito (recordemos que había que dar dos vueltas a un circuito de 30 kilómetros) donde aparte del desnivel que era bastante se veía dificultada por las piedras y los surcos hechos por el agua. Manteníamos las últimas posiciones del pelotón y nos la tomamos con calma ya que no queríamos forzar en exceso y luego pagarlo en la segunda vuelta además de no querer sacarle la victoria a quienes realmente la necesitaban (en esta ocasión habíamos venido en son de paz, quien sabe la próxima). El circuito discurría siempre por pista forestales anchas careciendo de trialeras o partes muy técnicas y con un par de bajadas largas y muy rápidas donde alcanzábamos los 50 kilómetros por hora y donde Iago disfrutaba de los saltos y las trazadas a gran velocidad.
El circuito era duro ya que estaba lleno de continuos recpechos que poco a poco iban desgantando las fuerzas de los participantes. Justo en el kilómetro 15 se encontraba la parte más dura de todo el recorrido, una rampa de gravilla de unos 500 metros con un desnivel considerable y que cuando giraba a la izquierda para salir del terreno con gravilla se empinaba aún más en un durísimo repecho de unos 200 metros que te hacía temblar hasta las pestañas. Una vez ganado el llano de nuevo las piernas se fueron relajando mientras llegábamos a otra parte dura, un largo falso llano de hierba que no te daba tregua y hacía que el esfuerzo fuera continuado y que las piernas estuvieran siempre en tensión haciendo que cada pedalada fuera dada con intensidad. Este tramo lo realizamos practicamente en solitario, muchos había por delante y alguno que otro por detrás. Ibamos tranquilos y sin precipitarnos, sabíamos que había que llegar a la segunda vuelta con garantías para poder seguir en carrera aunque visto ahora nuestro planteamiento quizás haya sido un poco reservón de más.
De nuevo salimos a una pista ancha de gravilla con algún repecho que poco a poco fuimos solventando hasta que llegó el mazazo en forma de un corredor de la organización que nos dijo que nos iban a cortar ya que no estábamos en tiempo. Al principio nos sentó como un tiro y ya pensamos que todo estaba perdido pero al segundo reaccionamos y decidimos no rendirnos sin luchar ("a mi no me corta ni Dios" pensé). Así como nos dijo eso salimos detrás del fulano y aprovechando que nos pilló en un tramo de bajada comenzamos a darle caña al asunto adelantando a alguna gente,después llegóotro duro repecho donde lo dimos todo para ganar finalmente otro tramo de una rapidísima bajada de gravilla que nos llevaba ya a la meta. Incluso nos dio tiempo a parar y tomar una barrita y un aquarius antes de salir ahora ya más tranquilos por el fuera de control y afrontar la segunda vuelta. A los pocos minutos de comenzar la segunda vuelta escuchamos por la megafonía que quedaban 2 minutos para el fuera de control así que lo salvamos por los pelos.
Parte de la primera vuelta y gran parte de la segunda fuimos rodando con Bernabé, un colega del chollo que también se animó al reto de la transgalaica. Justo al comienzo del primer repecho de esta segunda vuelta Iago tuvo un pequeño problema con el cambio (estaba flojo) y le quité un poco de ventaja pero pronto volvimos a rodar juntos. Ahora ya conocíamos el trazado y podíamos medir mucho mejor las fuerzas. La primera mitad del circuito la hicimos a un ritmo similar pero a partir de la durísima subida del kilómetro 15 La Banda dio un recital de Mountain Bike, especial mención la excelente subida de Leirós por esas rampas donde adelantó a todos los que venían con nosotros y que no consiguieron volver a contactar (aquí el documento gráfico del final de la subida).




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A partir de aquí la historia es grande, Iago se sentía fuerte y tras pasar la dificultad más importante del recorrido comenzamos a darle un poco de ritmo al asunto, en el santuario de los RALLIE-MAN los dos pequeños infiltrados comenzaron a levantar el polvo y las piedras de las pistas que pisabámos. La parte del falso llano del sendero de hierba nos llevó de nuevo a visualizar la pista ancha de gravilla donde se veía a lo lejos otra víctima más del exigente recorrido, sabíamos que era cuestión de minutos que cediera a nuestras embestidas y pronto lo adelantamos en un tramo llano donde rodábamos a más de 35 kilómetros por hora. Iago iba envalentonado, sabía que esto ya estaba conseguido y se veía que disfrutábamos encima de la bici. El mayor espectáculo llegó en el penúltimo tramo de bajada, un sendero estrecho y con piedras donde adelantamos a unos cuantos corredores más. En este punto del recorrido íbamos totalmente cegados por la velocidad y la gente sólo podía aparterse o morir en el intento de no dejarnos pasar. Sólo nos quedaba un último repecho rompepiernas y la bajada final que nos llevaba ya a la meta. La bajada era larga y un poco peligrosa debido a la gravilla,los surcos y la gran velocidad que se alcanzaba y fue en este punto donde el señor Leirós rompió definitivamente el cambio y pinchó. El último kilómetro fue realizado en estas condiciones, Iago pedaleando como podía con la rueda pinchada y el cambio inservible, el cheri empujándolo en los tramos que lo requería pero lameta ya estaba a la vista y por fin después de 3 horas y 56 minutos culminamos nuestra primera maratón.

La experiencia resultó todo un éxito y si a priori el resultado parece mediocre, para nosostros ha sido todo un triunfo y más si pensamos que el objetivo era intentar terminarla. Para el año espero que podamos repetir la experiencia pero ya no seremos unos novatos, ahora ya somos unos TRANSGALAICOS y haremos morder el polvo a más de uno.

sábado, 2 de mayo de 2009

Previa-maratón: Pozas de Mougás y otras cumbres



















Queridos compañeros, una vez más estamos aquí para contaros las novedades de La Banda. A menos de 24 horas para la gran cita de la semana y posiblemente del mes os queremos informar sobre las últimas actividades llevadas a cabo por algunos de los miembros de esta cada vez más desvencijada Banda.



Haciendo caso omiso a la Sport and Life, al fisioterapeuta y a las demás voces discordantes, el que esto escribe y el señor Iago Leirós (el mamut de Mos) decidimos dedicar el Viernes día del trabajador a subir a las Pozas de Mougás. Con las mochilas cargadas de comida (jamás os podréis imaginar la de comida que cabe en la mochila del Leirós) y las piernas llenas de energía y fuerza salimos desde Citroen con destino al bonito paraje antes mencionado. La llaneada hasta pie de puerto fue compartida con los Pinarellos que a raudales nos adelantaban sin rubor pero sin saber también que nuestra gesta era mucho más grande de lo que cabía imaginar de aquellos dos bikers fuera de sus dominios naturales. La única dificultad digna de mención en este tramo sería el fuerte viento que nos empujaba hacia atrás como queriendo evitar que llegáramos a nuestro destino. Con cada pedalada y cada kilómetro ganado nuestra fuerza y nuestros ánimos iban en aumento.



La subida inicial del puerto hasta el cruce que baja a Las Pozas (unos tres kilómetros aproximadamente) fueron afrontados con tranquilidad aunque el ritmo era vivo y decidido. La conversación (en esos momentos era musical) hacía más amena y llevadera la subida que a pesar de no tener grandes rampas nos exigía esfuerzo y concentración ya que había pocos descansos y veníamos de llanear muchos kilómetros por lo que las piernas todavía no estaban adaptadas a esa nueva cadencia.



El sol hacía ya tiempo que calentaba con fuerza pero ahora ya estábamos de nuevo en nuestro terreno, cobijados del asfalto por la bonita senda que baja a Las Pozas y del sol por la sombra proyectada por los árboles. Es una bajada no muy rápida pero llena de entretenimientos en forma de piedras para saltar y curvas cerradas para aprender a trazar de una vez. El regalo viene dado en forma de una preciosa cascada que nos obliga a parar y hacernos una foto con los pocos restos de batería que conservaba la cámara. Un tentenpié a orillas de la gran poza y de nuevo a subir lo que instantes antes habíamos disfrutado en la bajada (a esas alturas ya habíamos decidido enlazar Las Pozas con Chan da Lagoa). Mientras subíamos de nuevo hacia la carretera nos encontramos con lo que esta Banda debería de ser y jamás será, o sea, con un gran grupo de unos 15 ó 20 bikers que habían dedicado también ese día a su verdadera afición que es el BTT. A nosotros todavía nos queda mucho para alcanzar ese poder de convocatoria y más si pensamos que después de tres años todavía no hemos conseguido juntarnos los 8.



Salvado el escollo que nos separaba de la carretera comenzamos la ascensión hacia Chan da Lagoa, 7 kilómetros de subida bajo un sol del que ahora no podíamos escapar. Tampoco esta ascensión tiene rampas excesivamente duras pero son su longitud y la ausencia de sombras los que hacen que la subida se haga bastante dura y más si en sus dos últimos kilómetros el viento vuelve a recordarnos que es el mayor enemigo para los ciclistas. Las vistas que alcanzamos a ver en el final de la ascensión son la recompensa al esfuerzo realizado, ahora sólo nos queda bajar hasta Chan da Lagoa. Lo que por carretera se haría en algo menos de 10 minutos tardamos en recorrerlo casi una hora ya que anteponemos nuestro afán de aventura y conocimiento a la cotidianidad de lo ya conocido y decidimos buscar una ruta alternativa por monte que nos lleva a descubrir nuevos y apetecibles senderos pero que también nos desvían de nuestro objetivo.






Los que os acordéis, siempre que salgas con Iago en bici cuenta por lo menos con un pinchazo y las 2:15 del mediodía le pareció la hora más idónea para hacerlo, eso si, después de hacer una bajada por donde no la había, por el medio de monte donde lo más fácil era pinchar o joder la bici con un palo. Arreglamos la avería y por fin llegamos a Chan da Lagoa para dar cuenta de los sabrosos bocadillos que el mismo Iago había hecho antes de salir con todo el amor del mundo (gracias por los bocatas Iago-Arzak).




La comida resultó placentera rodeados de churrasqueros que devoraban sus viandas sin ofrecer nada a los sufridos bikers, el sol calentaba y nos quería adormecer pero resistimos la tentación y nos dispusimos a seguir la etapa. Casi 70 kilómetros adornaban nuestros cuentas pero las fuerzas estaban intactas y más ahora que íbamos a hacer el descenso de Chan da Lagoa, la hora de los niños había pasado y los hombres tomaban ahora las riendas del juego. Con Iago por delante como es menester bajamos dándolo todo por el descenso, que resulta rápido y técnico a la vez y donde el cheri voló de cabeza aunque sin consecuencias para su integridad física. Seguimos el descenso disfrutando de cada piedra y Iago de cada salto hasta llegar de nuevo a la carretera que nos conducía hacia Baiona. Fue un buen comienzo para desentumecer las piernas ya que ahora era la subida de Gondomar la que nos aguardaba. Las fuerzas no eran las mismas que a la salida pero los casi 4 kilómetros de subida no nos impidieron continuar hasta el Galiñeiro, que lo ascendimos enteramente por monte para bajar a continuación por uno de los atajos donde el Cheri se dedicaba a perseguir la rueda de Iago aunque pocas veces pudiera seguirla (baja como un puto demonio el hijo puta, un día me ostio por su culpa). La guinda para culminar esta etapa la puso el ascenso al Monte dos Pozos y su descenso, además Iago puso un fuerte ritmo en la subida a pesar de los kilómetros que llevábamos en las piernas. la bajada como siempre, Iago a toda ostia y el cheri a comer polvo. En definitiva 105 kms y 6 horas encima de la bicicleta y otro día inolvidable de Mountain Bike. Se echó de menos al resto de componentes de La Banda pero tristemente ya nos vamos acostumbrando a sus ausencias.


Hoy para rematar la preparación para la maratón hemos salido por la mañana a dar una vuelta pequeña. Mañana quizás estemos muertos o no terminemos la prueba pero al menos lo habremos intentado y no nos hemos quedado en cama...






















miércoles, 11 de marzo de 2009

Crónica: I MARCHA NOCTURNA LA BANDA DEL CHERI







FECHA: 27 DE FEBRERO DEL 2009
EVENTO: I MARCHA NOCTURNA LA BANDA DEL CHERI
LUGAR: GALIÑEIRO- VIRXE DAS NEVES

Siete fueron los afortunados, siete los aguerridos que asistieron a la I Marcha Nocturna La Banda del Cheri.
Cuando el Sol se ocultaba tras el horizonte, cuando las luces del día se extinguían formando una cromática paleta de colores en el cielo dando paso a la singular belleza de una Luna que intuía que algo grande estaba a punto de ocurrir, justo en ese instante, había siete personajes que se preparaban para una nueva aventura.
Los comercios cerraban sus puertas, la gente se preparaba para volver a sus casas tras una larga y fatigosa jornada laboral pero hoy la noche era la aliada perfecta para nuestros siete protagonistas. Sus únicas armas eran las luces, pilas y chalecos además de las bicicletas y algo de ropa de abrigo (¿para qué querían más?).
El Cheri junto a Pablo y Balbís fueron los únicos que salvaron los kilómetros que separaban el Galiñeiro de sus casas montados en sus bicis e iluminados por las luces y los ojos asombrados de la gente que se cruzaba con ellos. Tres locos con apariencia de árbol de navidad subiendo por Zamanes hacia el monte, el resto quedaba a su imaginación... El resto del grupo subió al Galiñeiro en coche (algunos con más justificación que otros) pero lo importante era estar en lugar acordado a la hora señalada y sobre todo con las provisiones a punto.
El primer contacto con la absoluta oscuridad y el monte fue espectacular. Los aullidos de los lobos y un sinfín de amenazadores ruidos a los lados del camino nos acompañaron en nuestra primera aproximación hasta que conseguimos llegar al merendero donde nuestros compañeros nos estaban esperando.
Las pizzas, las bebidas energéticas, una litrona, una botella de sidra y las bengalas de Balbís amenizaron mucho la velada y entre risas y bromas pronto dimos cuenta de cada una de ellas hasta que nada quedó para seguir degustando.
A las once en punto comenzamos a pedalear salvando la primera rampa de asfalto que en pocos minutos nos llevaría a adentrarnos en las oscuras profundidades del monte donde las únicas luces eran las nuestras. Por precaución sabíamos que lo mejor era ir agrupados ya que los amenazantes aullidos de los lobos y otras bestias que habitaban aquellos parajes estaban presentes en cada uno de los lugares por los que pasábamos. Sabíamos sin embargo que no estaban hambrientos, acorralados ni tenían crías por lo que estábamos tranquilos ya que salvo por esas circunstancias teníamos claro que no nos atacarían (es más podríamos acercarnos a ellos sin temor). Casalini y Dani eran los más resueltos a acercarse pero finalmente los disuadimos por precaución, esta noche tenía que ser una noche de diversión y no podíamos asumir ningún tipo de riesgo.
La Luna y las estrellas eran los testigos mudos de nuestra aventura, la temperatura era agradable para ser Febrero y el fantasma de la hipotermia quedó enterrado en Manzaneda. La marcha discurrió tranquila y entre risas, los repechos eran pocos y no demasiado duros por lo que el recorrido resultó bastante asequible para todo el mundo, quizás el más duro fue el que daba acceso a la fuente debido a su longitud y sobre todo a la gravilla que dificultaba bastante el avance.
Sabíamos que todo iba bien ya que Casalini reía y no protestaba, algo casi imposible en una jornada normal de MTB compartida con él. Silvia también se sentía cómoda y a pesar de las advertencias previas de Casalini (que seguro le estuvo comiendo el tarro durante dos semanas) disfrutaba como los demás del cálido ambiente que se vivía en el seno del grupo.
La parada en la fuente no era realmente necesaria pero decidimos hacerla para tomarnos las cosas con más calma y que todo el mundo disfrutara del momento. Tras esta breve pausa retomamos la marcha ahora ya con destino a la Virgen de las Nieves para luego retornar de nuevo al merendero y punto de partida de nuestra etapa. La llegada a la Virgen de las Nieves fue muy divertida debido a la pequeña bajada que tuvimos que afrontar hasta llegar al punto acordado aunque lo más divertido (al menos para nosotros) fue toparnos a una pareja que tranquilamente se disponían a disfrutar de los placeres de la carne en el interior de su coche. Nuestro acercamiento los debió de poner muy nerviosos y más cuando el Cheri, asustado ante la visión del cerezo en flor que portaba aquel personaje, tropezó con una piedra (¿sería una piedra?) provocando que casi se cayera justo delante de la asustada pareja.
La bajada desde la Virgen de las Nieves fue espectacular y muy rápida dificultada también por el exceso de gravilla pero que cada uno disfrutó a su manera. De nuevo tocaba subir para ganar una vez más la pista que ahora sí ya casi nos dejaba a las puertas del merendero aunque todavía nos quedaba el pequeño atajo que nos conduciría al final de nuestra marcha.
Los aullidos de los lobos ya eran más amables y si hubiéramos insistido probablemente nos habrían dejado acercarnos a ellos e incluso acariciarlos pero hoy no era ese el objetivo. El atajo hasta el merendero resultó muy divertido e incluso Casalini (que nunca lo había bajado de día) se tiró por él sin dudarlo y sobre todo sin echar pie a tierra (tendremos que vendarle los ojos para hacer los descensos).
Ya en el merendero las caras de satisfacción eran más que significativas: la marcha había resultado un éxito y todos nos fuimos para casa satisfechos y con ganas de repetir.
Sólo me queda daros las gracias a todos los asistentes sin olvidarme de Abel que por estar lesionado no pudo venir aunque sé que le hubiera encantado estar con nosotros.

ASISTENTES A LA I MARCHA NOCTURNA DE LA BANDA DEL CHERI: EL CHERI, SILVIA, PABLO, DANI, CASALINI, IAGO Y BALBÍS.