jueves, 31 de diciembre de 2009

Ascensión invernal a Manzaneda

A las 8 en punto de la mañana el despertador anunciaba que el reposo y el descanso se habían terminado. Fuera, las fortísimas rachas de viento y la lluvia torrencial golpeaban con fuerza el quicio de la ventana y advertían que lo más sensato era permanecer a resguardo del temporal. Sabíamos a lo que nos enfrentábamos y por eso teníamos muy claro que nada nos echaría para atrás, al menos para intentarlo, ya que la ilusión y las ganas de una nueva aventura estaban muy por encima de cualquier condición climatológica.
A la hora acordada Iago llegó a casa, montamos las cosas en el coche aprovechando la tregua que el tiempo nos dió y partimos rumbo a nuestro destino: Cabeza de Manzaneda. El viaje transcurrió tranquilo entre los compases de la música y fuertes aguaceros que no dejaban de acompañarnos a lo largo de todo el trayecto. La incertidumbre de lo que nos esperaba y la tranquilidad de saber que lo estábamos intentando también viajaban con nosotros además de la incredulidad de algunos y la incomprensión de casi todos.
Dos horas y cuarto después de haber salido llegábamos a Trives, lugar desde el que comenzaríamos la ascensión al coloso orensano. Los aguaceros habían remitido y las esperanzas de ascender sin lluvia se hacían patentes en nuestras caras y nuestro ánimo aunque todo era una burda mentira ya que los dioses de la montaña utilizarían todas sus armas para dificultarnos la subida. En medio de esa breve bonanza conseguimos descargar las bicis y prepararnos adecuadamente para nuestro reto y cuando ya estábamos listos para salir una fina lluvia comenzó a caer advirtiéndonos que no se había olvidado de nosotros.
A pesar de no hacer demasiado frío nos abrigamos suficientemente como para hacer frente a cualquier eventualidad y así, bajo una lluvia que se iba incrementando comenzamos la ascensión.
El puerto está claramente dividido en dos partes bien diferenciadas, la primera discurre por una carretera sin demasiada pendiente aunque siempre ascendente con un firme bastante deteriorado que hace que el pedaleo no sea todo lo cómodo que nos gustaría. La segunda parte viene tras un cruce a mano izquierda donde el cambio de carretera se hace patente pasando ahora a estar mucho mejor asfaltada pero con una pendiente mucho más pronunciada. Encaramos los primeros momentos con toda la tranquilidad que la experiencia nos dicta y a los pocos kilómetros un invitado inesperado se suma a las dificultades propias del puerto y de la lluvia. El viento comienza a soplar con una intensidad moderada que hace que a veces la bici se nos tambalee peligrosamente. Poco a poco vamos cogiendo un buen ritmo de subida mientras los sorprendidos conductores que bajan del puerto nos agasajan con gestos y gritos de ánimo, hasta las vacas nos observan perplejas como preguntándose "¿dónde coño van estos?".
Los kilómetros de esta primera parte de la ascensión van cayendo con bastante facilidad y casi sin darnos cuenta hemos ascendido los primeros diez y entramos en la segunda parte del puerto donde el viento nos espera con fuerzas renovadas. A estas alturas nuestras ropas ya estan empapadas aunque los chubasqueros hacen que por dentro sigamos manteniéndonos secos y con una buena temperatura corporal. No podemos decir lo mismo de los piés que en este punto ya empiezan a sufrir las primeras consecuencias de la lluvia y el viento.


A pesar de haber ascendido la primera parte del puerto con aparente facilidad el esfuerzo era patente en nuestras caras, la lluvia continuada nos obligaba a realizar un esfuerzo extra pero teníamos la situación totalmente controlada. Paso a paso nos abríamos camino hacia la cumbre donde suponíamos nos esperaba la nieve y el frío. En un primer momento el cambio de carretera nos benefició a la hora de protegernos del viento y realizamos aproximadamente medio kilómetro sin sufrir sus continuos latigazos pero pasados esos 500 metros podemos decir que se convirtió en el principal protagonista hasta que llegamos arriba. Las rachas eran ahora más fuertes que nunca, la lluvia se te clavaba en la cara como finas agujas y el dolor era intenso, pedalear se convirtió en una dura prueba de resistencia y fuerza. La pendiente también se vió seriamente incrementada y la falta de vegetación que nos protegiera del ululante viento hacía que la ascensión se convirtiera en una auténtica tortura. Las palabras entre nosotros dejaron paso a un silencio sólo roto por los terribles lamentos del vendaval que estábamos sufriendo. Cada uno iba concentrado y pensando en lo suyo, encogidos sobre nuestras bicis para así escapar un poco a la fuerza del dios Eolo que se empeñaba en dificultarnos las cosas. Eran los momentos más tensos y difíciles de la ascensión, los conductores se seguían sorprendiendo de ver a dos locos subiendo Manzaneda en bicicleta con ese temporal pero sus gestos y caras no hacían más que darnos fuerzas y motivación para llegar arriba.




Sabíamos que en pocos kilómetros ganaríamos una zona llana y con árboles que nos protegerían del viento, y desde ahí ya no quedaría mucho para llegar a los bungalows. Pero antes de esto la nieve ya comenzaba a estar presente en las cunetas de la carretera lo que hacía presagiar que arriba el manto blanco lo cubriría todo casi por completo, algo que no hacía más que animarnos y hacer que pedaleáramos con más fuerza. Pasado el tramo más duro de todo el puerto por fin llegamos a una zona donde llaneamos durante más o menos un kilómetro. Además de ser una zona donde al fin nos pudimos relajar, esta parte del puerto era con mucho la más hermosa de toda la ascensión ya que ahora el bosque nevado ocupaba los márgenes de la carretera y las vistas eran realmente espectaculares. Disfrutamos de este tramo a sabiendas que casi estábamos arriba, hacía ya tiempo que los piés habían dejado de existir o al menos eso parecía ya que apenas los podíamos sentir. Por fin llegamos a la zona de los bungalows donde estan todas las instalaciones pero nuestro objetivo estaba algo más arriba, concretamente 5 kilómetros más arriba de donde nos encontrábamos pero llegados a este punto nos encontramos con que la carretera estaba cortada debido a las enormes placas de hielo que la cubrían. Era imposible poder continuar por lo que decidimos quedarnos e intentar hacer algo por los alrededores. La nieve era bastante profunda y hacía imposible la circulación de las bicis pero no por ello dejamos de intentarlo y de divertirnos un rato.


Después de estar un buen rato disfrutando de la nieve nos cambiamos la ropa mojada por los repuestos que llevábamos (calcetines, guantes y camisetas) para así afrontar la bajada con algo menos de humedad en el cuerpo. Al menos para mí fueron los momentos de más frío y ni los calcetines consiguieron que los piés entraran en reacción. La bajada fue mucho menos traumática de lo esperado, dejó de llover y a excepción del viento, que a ratos sopló muy fuerte ( Iago pasó de los 40 por hora a 8 debido a una ráfaga) haciendo más peligroso el descenso no hubo mayores incidencias. Yo por mi parte a punto estuve de pegarme un buen golpe cuando mi rueda delantera de repente se quedó sin aire haciendo que perdiera el control de la bici y me fuera al arcén del otro carril. Terminamos la bajada con tranquilidad y sin lluvia, toda la tuvimos en la subida. LLegamos al coche co 38 kilómetros en el zurrón después de 2:29minutos de pedaleo a una media de 15,5 por hora. No está nada mal para la subida al puerto y más en las condiciones en las que lo subimos. Posteriormente subimos de nuevo en coche para ducharnos y por fin entrar en calor, el que esto escribe tardó 25 minutos bajo el agua caliente en recuperar la sensibilidad en los piés. Tras la ducha, un pequeño tapeo para comer y vuelta a casa.



1 comentario:

Casalini dijo...

antes de comentar el relato me permito desearle feliz año nuevo a toda la banda. con algunos tuve la suerte de despedirlo juntos....cheri, todo lo que te cuentne es pura exageración; no hablaré mas sobre el tema ya que esto es un blog biker