domingo, 28 de diciembre de 2008

Hipotermia 2: Pedalea o revienta







"Quien recorre la montaña sólo cuando hace buen tiempo, siguiendo las marcas, ignora sus secretos" (R. MESSNER)
Lo que iba a ser una multitudinaria salida de MTB con todos los miembros de La banda y algún acompañante más se quedó en un absoluto fracaso, sólo cuatro valientes (Abel, Iago, Casalini y Jose), insensatos, frikis, o vete tu a saber qué, fueron los que acudieron a la llamada. No diremos nada de los ausentes ya que no estuvieron allí.
Con unos 45 minutos de retraso sobre el horario acordado (algo habitual desde la llegada del inquilino Lilliense) la expedición partió de la casa del cheri hacia la Sierra del Galiñeiro aunque sin concretar el lugar exacto al que llegarían finalmente. La idea inicial era subir al Arruido pero ante las continuas protestas del Señor Casalini (para eso vino de Lille) acordamos finalmente subir al punto geodésico del susodicho monte conocido en la lengua local de los galieteños como “Cruz del Galiñeiro”.
La temperatura era baja en el alto de la Garrida y unas nubes negras cubrían a lo lejos la totalidad de la Sierra pero nada hacía presagiar lo que el destino estaba a punto de depararnos. Las informaciones meteorológicas eran de ausencia de precipitaciones a lo largo de todo el día por lo que confiados continuamos nuestro camino hacia la conquista de los 709 metros de altitud de la Cruz. Los últimos kilómetros de carretera que nos separaban del monte transcurrieron tranquilos y sin sobresaltos llegando en pocos minutos a las faldas del Galiñeiro para encarar ahora sí los tramos más exigentes de la etapa. Las primeras rampas de monte si no son extremadamente duras son lo suficientemente largas como para no tener demasiada prisa en subirlas y así lo hicimos hasta la fuente donde realizamos nuestra primera parada del día. Fue precisamente subiendo estas últimas rampas cuando comenzó a llover débilmente, pero eran los primeros indicios de lo que estaba a punto de acontecer ya que las gotas de agua poco a poco se convirtieron en pequeños copos de nieve. La situación duró tan sólo unos minutos y casi al instante dejó de llover.
Ahora comenzaba lo verdaderamente duro de la etapa, primeramente había que salvar una zona poco pendiente pero con gran cantidad de piedras que hacía que no pudieras relajarte en ningún momento. Casalini y Abel iban por delante mientras que Iago con su tractor y yo los seguíamos a pocos metros. Y aquí si que comenzó a nevar de verdad, el viento hacía que la sensación térmica fuera de mucho más frío mientras los copos de nieve caían dando al entorno una inusual y mágica estampa. Para estampa la que Iago, Abel y yo observábamos mientras Casalini con cara de esfuerzo y pocos amigos terminaba se subir aquel primer tramo de piedras con la nieve cayendo sobre él y su bicicleta. Sabíamos que aquella cara era la cara de la indignación, la protesta, la incredulidad de un Casalini que no comprendía nuestra emoción ante los acontecimientos que estábamos viviendo. Cuando llegó a nuestra altura y le dijimos que había que subir por el cortafuegos que teníamos delante su cara se volvió a transformar (ahora era rabia y odio lo que irradiaban sus ojos) y se negó en redondo a seguir subiendo, “yo os espero abajo” dijo. “Estáis locos,” “¿para qué queréis subir allí?”, “¿para que nieve más?”, “¿soy yo el único que ve nevar?”. No conseguimos convencerlo entonces Iago recurrió al plan B y directamente lo engañó mintiéndole sobre que íbamos a bajar por otro lado cuando realmente sólo había un acceso hasta la cumbre (en Lille será el amo pero en el Galiñeiro todavía le queda por aprender). Gracias a ello encaramos el último tramo hacia la cima, un tramo imposible se subir pedaleando aunque Iago y su tractor consiguieron subir un trecho bastante largo. El viento, la nieve y el frío arreciaban con fuerza mientras Casalini gritaba desesperado llamando por Abel para que le hiciera caso pero no sé si era la ventisca la que se llevaba sus palabras o realmente nadie quería escuchar. “¡Gilipollas!”, “estáis locos”, “¡Abel!,”¡Abel!. Su pilar fundamental le estaba fallando, no se lo podía creer, lo abandonaba, estaba solo…
Si mirabas para atrás la postal era magnífica y sobrecogedora, el cortafuegos, tus compañeros subiendo, el embalse allá abajo y todo ello barrido por la ventisca de nieve que lo invadía todo. Después del duro esfuerzo por fin llegamos a la cima de la Cruz del Galiñeiro, lo más molesto era el viento, no, perdón, lo más molesto eran los gritos de Casalini que ahora sí que se oían. Su caminar de hombre congelado era algo digno de ser grabado y compartido con todos pero será algo que se quede en nuestras retinas para siempre. A pesar de las circunstancias adversas sacamos nuestra bandera en la cumbre y nos hicimos unas fotos pero había que bajar pronto ya que el frío y el viento eran intensos. La bajada por el cortafuegos fue rápida a excepción de Casalini que lo bajó andando y cagándose en nosotros supongo. Cuando llegó a nuestra altura ya no hablaba, no es que perdiera la capacidad de hablar por las congelaciones sino por la rabia y la indignación (sus peores pesadillas se estaban volviendo a repetir, Manzaneda no salía de su cabeza, el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra, pensaba).
Pensábamos que al comenzar a bajar las cosas mejorarían pero ya en el merendero (y mucho más bajos) la nieve seguía cayendo con fuerza. Fue aquí donde paramos a recuperar fuerzas y donde los nervios afloraron entre algunos de los miembros de la expedición llevándose la peor parte un pobre plátano que pasaba por allí el cual fue cruelmente pateado por Casalini. Tras degustar unos turrones y productos típicos navideños seguimos bajando por monte pero lejos de mejorar, las cosas empeoraron cuando en plena bajada el tractor de Iago reventó la rueda y tuvimos que parar a cambiarla. Durante el arreglo de esta avería sucedieron cosas que no se pueden contar aquí y que los presentes prometimos que nunca saldrían a la luz. Hacía mucho frío, estábamos mojados y los nervios estaban a flor de piel, por lo cual no podemos juzgar los hechos (tranquilos todo quedará en secreto, aunque sinceramente se me eriza el vello cada vez que las imágenes vuelven a mi cabeza). Con todo arreglado por fin llegamos a la salvadora carretera y lo que parecía que sería nuestra salvación fue con creces lo más duro y exigente del día. Ahora llovía y estábamos empapados y con el frío instalado en nuestro interior. Iago y Abel tenían prisa y decidieron bajar más rápido y Casalini y yo nos lo tomamos con más calma pero los cuatro sufrimos durante la bajada de la Garrida los efectos de la hipotermia y la congelación en casi todos nuestros miembros. El agua acumulada en la carretera era lo peor, los pies y las manos no existían, no podías frenar porque el dolor era intenso, apenas podías moverte sobre la bicicleta, todo movimiento suponía un enorme dolor…
Llegamos a casa, congelados, mojados, cansados, tiritando, entumecidos todos los miembros pero nunca arrepentidos (no hablo por Casalini) y siempre contentos y orgullosos de haber compartido de nuevo una gran aventura. A los que no estuvisteis podéis pensar que menos mal que no fuimos pero recordad que quien no siente, no experimenta o no se arriesga, no vive. A mis compañeros de viaje, muchas gracias y un orgullo y un placer haber compartido esto con vosotros ( Casa, en el fondo lo has disfrutado, todos lo sabemos). Hasta la próxima.

lunes, 22 de septiembre de 2008

L'ANGLIRÚ: EN LA CIMA DEL INFIERNO


Antes de comenzar esta narración me gustaría mandar desde aquí un mensaje de ánimo y apoyo a Dani (estamos aquí para lo que necesites) además de expresar mi más profundo pesar por las circunstancias que te han impedido venir, algo que hago extensible a “todos” los que han compartido esta aventura. Ten seguro que repetiremos la gesta porque “el infierno del Anglirú te está esperando”.
No comenzó, pues, con buen pie nuestro viaje ya que la ausencia de Dani cayó sobre nosotros como un jarro de agua fría haciendo que nos planteáramos la cancelación del mismo. Finalmente decidimos seguir adelante y ahora es tiempo de contar lo sucedido en tierras asturianas.
Salimos de Vigo sobre las cinco de la tarde con calor y buen tiempo. Iago, Silvia y yo en un coche mientras que en el otro viajaban Abel, María, el peque Roi junto con Eva y Bedu, éstos tenían apartamento en Gijón mientras que nosotros nos instalamos más cerca, concretamente en los 5 grados 48’ 22’’ de longitud y los 43 grados 7’ y 39’’ de latitud, o sea en el mismo Concejo de Lena. Sobre las 11:30 de la noche llegábamos al hotel el cual ya de entrada nos causó una agradable sorpresa tanto por su ubicación como por sus instalaciones. Tras instalarnos llegó el momento de la fabada y podemos afirmar que no nos defraudó en absoluto (ya sé que tardé mucho en terminar pero estaba muy caliente, jejeje…). La fabada dio paso al descanso (¿habría bombardeos nocturnos?, esta pregunta quedará para siempre sin respuesta).
El Sábado quedamos con Abel para subir a pié el puerto y disfrutar de la etapa de la Vuelta pero pronto nos daríamos de bruces con la realidad, nunca subestimes al Anglirú ya que su dureza es extrema lo subas como lo subas (sino tiempo al tiempo).
Accesos cortados y mucho pateo era lo que nos quedaba por delante y demos gracias a que Abel volvió al coche a por el spray de las pintadas (¿te suena de algo ese spray Silvia?) y viendo que ya no había tráfico decidió coger el coche y ahorrarnos 7 kilómetros que nos vinieron muy bien. Mucha gente subía tanto a pie como en bici y los primeros kilómetros fueron llevaderos y sin pausas pero finalmente el hombre del mazo atacó dándole un buen mazazo al abductor de Iago que por más que lo intentó no pudo continuar hasta nuestro objetivo de ese día: la Cueña de las Cabras. Este era el aviso para el Domingo pero sobre la bicicleta todo sería distinto. Nos quedamos entonces en Les Cabanes una nada despreciable rampa que llegaba al 21% y desde ese punto pudimos disfrutar del espectáculo de ver a Contador y a todos sus compañeros (auténticos deportistas dignos de toda mi admiración). Con un Iago recuperado la bajada hizo mella sobre la rodilla de Silvia que bajó el puerto con dolor y esfuerzo.
Por fin llegó el gran día, el sol no quería perderse la gesta por eso nos acompañó durante toda la jornada aunque la temperatura era la ideal para andar en bicicleta. Tras las acostumbradas fotos antes de salir comenzamos el puerto desde La Vega con un Iago encabezando el pelotón y poniendo un ritmo muy alto que casi nos saca de punto (“es que quiero romper a sudar” nos dijo, y nosotros casi rompemos pero a llorar). Menos mal que sudó pronto (¿serán las grasillas?, gracias grasillas, gracias, que si sigue así no llego hasta arriba) y sacó el plato grande y la cosa se relajó un poco. No era el tramo duro de la subida pero no podíamos forzar desde abajo y menos sabiendo lo que nos quedaba (y eso que Iago y yo realmente no sabíamos lo que nos quedaba ya que no conocíamos el puerto entero). Habíamos decidido no hacer fotos durante la subida para hacer el puerto completo sin perder el ritmo y sólo una vez en este tramo suave me adelanté unos metros para sacarles unas fotos. Realmente estábamos disfrutando tanto de la ascensión como del impresionante paisaje que teníamos a nuestro alrededor, no sufríamos y todo iba de maravilla pera sabíamos que tras la zona de descanso de Viapará las cosas cambiarían radicalmente y eso nos pesaba como una losa.
No creo poder expresar con palabras la dureza extrema de los kilómetros que estábamos a punto de afrontar, cualquier cosa que diga es humanizar esas rampas y creedme cuando os digo que son cualquier cosa menos humanas, son monstruosas, terribles, como un puñetazo de Mike Tyson en pleno rostro.
Fue en estas primeras rampas duras donde adelantamos a unos bikers que subían (los primeros que encontrábamos en la subida) pero el plato mediano ya comenzaba a ser demasiado duro para afrontar los terribles zig-zags de Les Cabanes ( 10,4% de mínima y 21,5 % de máxima durante los siguientes 400 metros) aunque al fin logré salvar la rampa sin cambiar el desarrollo. Pero a partir de aquí el molinillo, la templanza de cabeza y el esfuerzo serían los auténticos protagonistas del puerto. Los descansos no existían ya que el puerto subía y subía y las rampas se sucedían con una constancia desesperante (Xonceo, 10,8% de mínima y 21,2% de máxima, otros 150 metros extenuantes). Ahora sí que nos topábamos con ciclistas que bajaban y todos (Pinarellos o no) nos animaban y daban alientos para seguir subiendo. El mejor fue el que nos dijo:”venga que ya pasasteis lo más duro, sólo queda lo peor”. Ver hacia el frente era totalmente desesperanzador y eso que ahora llegaba una parte más suave (Les Picones con un 12,8% de mínima y un 15,4 de máxima en 200 metros), esto era lo más parecido a un descanso pero ni aquí podías ya renunciar al molinillo porque el esfuerzo era tan brutal y seguido que las piernas apenas tenían fuerzas para mover el desarrollo. Lo peor de todo es que sabíamos que todavía faltaba lo más duro del puerto, la famosa Cueña que no daba llegado y hacía que no las tuviéramos todas con nosotros. Escondida tras una curva de herradura se nos aparecía ahora desafiante y terrible, sus 450 metros de longitud con un porcentaje mínimo del 16,2% y un máximo del 23,5% son suficientes como para tumbar a cualquiera y más después de haber tenido que sufrir todas las anteriores. Iniciamos la rampa con resignación y mucha cautela, ya casi no había desarrollos en nuestras bicis y había que resistir este envite como fuera. Era una rampa casi completamente recta con una pequeña curva casi al final y con un porcentaje que se incrementaba a medida que ascendías. El esfuerzo fue extenuante pero sabíamos que había que sufrir para alcanzar nuestro objetivo y así lo hicimos hasta el final. Nos retorcíamos sobre las bicicletas, no hablábamos, ni siquiera podías ver hacia atrás, con todo el desarrollo metido, ahora sí que no había más pero el final estaba a nuestro alcance y por fin superamos La Cueña aunque no estaba todo dicho porque la subida continuaba y parecía no terminar nunca. Siendo el que peor preparado venía debido al poco tiempo que tiene para salir con la bici Iago una vez más nos demostró lo que es el pundonor y el saber hacer y el saber sufrir sobre una bicicleta (quizás me tachen de pelota pero es admirable su actitud en estas circunstancias y siempre lo diré aunque tranquilos que se le dará cera cuando haya que dársela, jejeje, pero ahora sólo toca quitarse el sombrero ante él). Y aunque pase desapercibido también es encomiable la actitud de mi otro amigo que a pesar de sufrir como los demás (aunque no lo parezca él también sufre) no se separó en ningún momento de Iago y lo alentó y compartió sudores y olores con él durante toda la ascensión. Como dije, la subida no había terminado y tras el brutal esfuerzo continuamos para arriba salvando unas rampas muy respetables llegando por fin a la última, El Aviru de 14,9% de mínima y un 21,6% en 200 metros que terminó por destrozar nuestras doloridas piernas pero ahora ya sabíamos que el puerto estaba superado, sólo quedaban 800 metros para la gloria y eran favorables como para cargar plato grande y alcanzar al fin la ansiada cima del Anglirú.
Alegres y satisfechos disfrutamos de la cima, nos hicimos fotos en el pódium de la Vuelta que todavía no había sido retirado y conocimos también el amor de manos de un tío que se empeñó en hacernos todo tipo de fotos (incluso sin que se lo pidiéramos) y que nos seguía durante la bajada. No sé si se enamoró de los impresionantes gemelos de Iago, de los hercúleos pectorales de Abel o de mi desbordante personalidad pero el caso es que hubo feeling.
La bajada la hicimos con tranquilidad y sacando fotos aunque algunos bajaron más tranquilos que otros (81kms/h creo que pilló alguno). Siento la extensión del relato. Hasta la próxima y muchas gracias a todos los que habéis venido ( Abel, María, Roi, Eva, Bedu, Silvia y Iago), ha sido un placer. Volveremos con el rey del molinillo…


domingo, 24 de agosto de 2008

Subida a Manzaneda (27 de Noviembre 2005)

SUBIDA A MANZANEDA
“The Hipotermials: a vida o muerte”

INICIO:27 de Diciembre del 2005
FIN: 27 de Noviembre del 2006

Por Raúl Casalini

“Où les grands froids règnent même au soleil Aux neiges éternellesOù rien ne pousse, où les âmes s'éteignentOù plus rien ne frisonne Plus rien ni personneJuste quelques hommes,quelques hommes »

(Donde los grandes fríos reinan incluso al sol, en las nieves eternas,
Donde nada te empuja, donde incluso las almas se apagan
Donde nada mas se estremece, nada ni nadie
Solo algunos hombres, algunos hombres)

JEAN-JACQUES GOLDMAN



Con algunos minutos de retraso (mea culpa) y aunque Morfeo no perdona partimos el día 27 de Diciembre desde Vigo hacia la estación invernal de Manzaneda, en el extremo occidental de la provincia de Ourense. Por el camino unas 2 horas y pico de carretera en compañía de una Berlingo gentilmente cedida por Citroen y de mis dos infatigables Dani y Jose. Este es el estremecedor relato según mi propia vivencia de lo que allí nos pasó y de lo que nos pudo haber pasado. Por supuesto será un relato algo imparcial pero procuraré no adornarme con, como ellos lo llaman “efectos especiales” Seré breve…

En esa Berlingo blanca como la nieve (no quiero desvelar el final) viajaba yo en el asiento??? de atrás. Mi asiento era en realidad un cubo de pinturas Proa gentilmente cedido por Construcciones Pérez (empresa de la rama del padre de Dani) ya que la furgalla sólo disponía de 2 asientos. A pesar de tanta comodidad no puede evitar ir a buscar a mi casa un cojín y una manta por si acaso la carretera bacheaba.

Rallando el alba salimos pues. Aquí evito contaros el largo y cansino viaje hasta Manzaneda con Dani “yo fui 20 veces a Manzaneda” perdiéndose en la ciudad de Ourense y teniendo que claudicar y preguntar en una estación de servicio o mi no por menos esperado mareo en ese potro de tortura. Todo esto acompañado de una continua y poco esperanzadora tromba de agua que nos acompañaba por la A-52 como queriéndonos decir “estáis a tiempo de dar vuelta” Al menos las bicis no se quejaron

Con los horarios seré un poco dubitativo ya que igual no son los reales pero a eso de las once y algo de la mañana llegamos por fin al pueblo de Pobra de Trives, a las faldas de Cabeza de Manzaneda. Al salir la primera sensación fue el brusco cambio de temperaturas que había. Hacia frío, mucho frío pensaba yo. Mejor me hubiera estado calladito

He aquí le premier probleme. Dani y yo no teníamos chubasquero. A mi se me olvidó por las prisas y Dani… bueno, en realidad el si que tenia chubasquero, mejor dicho 2 chubasqueros! Otra gran donación de Construcciones Pérez: dos ponchos amarillos, de esos como bien apuntó Jose, que llevan los peregrinos a Santiago. Pues eso, a punto de iniciar una ascensión histórica y viendo que o subíamos con esos 2 ponchos de Chavela Vargas o nada. Decidimos preguntar por alguna tienda de deportes en el pueblo. Un lugareño (trivense? triveño? triveiro? trivista? trivial?) Nos dio dos opciones: Deportes Matías y Deportes Chicho. Hala!! El más cercano era el del señor Matías que resultó ser una de esas tiendas que venden de todo. A la entrada, justo al lado de la puerta, como esperándonos desde hacia años, ahí estaban. 2 chubasqueros marca Matt que tardamos 3 segundos en comprar, la señora hizo el agosto con nosotros. Para nada eran chubasqueros de bici pero nos sacaron del apuro. Mira que reímos con la tontería del Matt. Ya quedamos bautizados como el Matt-Team

Con todo ello, ya eran casi las doce y había que ponerse al tajo. Entramos y salíamos de la C-15 hasta que estábamos disfrazados y abrigados hasta las orejas, el frío se llevaba bien, no había fallo. Bueno, empezamos a subir

La subida es fácil y rápida de resumir: Ullrich marco un ritmo infernal de salida, los otros acabaron explotando y el coronó sobrado…. Esa es la versión para las chicas que quieran oír mi relato pero la realidad fue algo distinta

Yo como siempre iba bastante esperándome un puertazo donde estaríamos con el gancho todo el tiempo y que no se acabara nunca. Habíamos calculado más de 2 horitas de subida. La subida quedó dividía en dos partes: Trives-Estación de esquí y Estación de esquí-Cabeza de Manzaneda (cumbre) La primera parte serian unos 22-24 Km. y curiosamente lo peor no fue la dureza de la pendiente (al menos en mi caso) sino el viento gélido que soplaba de cara y te echaba para atrás. No te permitía ir cómodo y te hacia hacer mas esfuerzo de lo que la pendiente exigía. Esto cambió al llegar al cruce que indicaba 7 Km. a la estación. Allí, primeras fotos posando en el cartel. Luego al girar, el viento cambió y la carretera también, ya que estaba mucho mejor asfaltada. Aun así, el alemán se quedaba a unos 10-20 metros de los dos jefes de filas, que lo animaban a no descolgarse.

Puede sonar a echada por fuera pero en general a todos se nos hizo más llevadera de lo esperado. Aun no se habían cumplido las 2 horas de subida cuando llegamos a la estación de esquí. Dani empezó a loquear delante del cartel y Jose nos miraba como un padre mira a sus hijos el día de su comunión. El primer objetivo ya estaba en el bolsillo. Ya había llegado hasta Manzaneda. Sin nieve, solo un ratito de lluvia, mucho frío pero soportable. Nos quedaban 5km hasta la cima de cabeza de Manzaneda. Aunque eran duros después de haber subido mas de 20 parecía sencillo. Además, el tiempo, dentro de lo que cabe, acompañaba….

En la estación hicimos las fotos de rigor como para dejar constancia de nuestra hazaña, Dani aprovechó para llamar a su lógicamente preocupada madre y Jose fue a preguntar como funcionaba el tema de la piscina y las duchas. El lo negará pero con la chica que lo atendió hubo un feeling especial.

Una media hora después de haber arribado a la Estación, iniciamos la ascensión final. Ya tenia mérito el haber llegado hasta allí pero íbamos para nota. Se notaba nada mas empezar que efectivamente las rampas eran más duras pero eso no era lo que nos preocupaba. Al 1er Km. de subida empieza a poallar débilmente y claro a esas altitudes rápidamente se transforma en agua-nieve. A medida que subíamos la intensidad de la lluvia se iba haciendo mayor. Era como si nos hubiéramos metido en un túnel invisible de mal tiempo. En nada pasamos de no llover a empezar a nevar. Lo de menos era la pendiente. La niebla también se hacia mas espesa y ya no divisaba a mis 2 compañeros. Los 2 últimos kilómetros de ascensión fueron absolutamente salvajes. La carretera completamente nevada, la ventisca (la censura no permite decir tormenta) te hacia daño en los ojos, había coches parados sin poder moverse y te miraban con cara de “¿pero a donde va este loco?”. En una curva, vi parado a Jose esperando para hacer una foto. Dani no quiso saber nada de fotitos y siguió subiendo. Yo tampoco me paré pero le dio tiempo a sacarme una de espaldas. La ventisca no permitía ver mas allá de 10 metros. A duras penas podía seguir el trazo de la rueda de sus bicis. Cuando Jose me volvió a pasar creo que le pregunté cuanto quedaba y balbuceé (es que fui a las jesuitinas) algo así como que “Josiño, creo que yo no llego” Me dijo que poco mas de 1 kilómetro. Cuando me volví a quedar solo la nieve ya no caía, pegaba. Tenía las orejas rojas de las leches que me estaban dando los copos. La bici al poco que me saliera del trazo marcado me derrapaba. De entre la niebla distinguí a un todo terreno parado y a su lado estaban ellos dos. Al llegar Dani preguntó si merecía la pena llegar hasta arriba. Jose respondió que por un kilómetro el seguía. A pesar de estar al límite, tenía razón. Si hubiéramos dado vuelta después de haberlas pasado tan putas no hubiera sido lo mismo. Gracias a Dios el cuentakilómetros le jugó una mala? pasada y en realidad estábamos a unos 500 metros de la cima. Cima que casi no distinguíamos de lo cerrado y blanco que estaba todo. Pero lo habíamos logrado. Como dice la canción del comienzo “juste quelques hommes” Algo que contar a los nietos…Ya había pasado lo peor…

Tras la lógica alegría por haber llegado por fin, correspondían las obligatorias fotos para la historia, aunque ni eso resultó fácil ya que el simple hecho de quitarse un guante hacia que te dolieran aun mas las manos. Desde una autocaravana aparcada a nuestro lado, un hombre nos hizo la que se puede denominar como la foto oficial ya que es la única en la que salimos los 3 juntitos y en buena compañía. Dani metía prisa por salir de allí pitando pero Jose aun quería que le hiciera una foto más atravesando la nieve. Dani no esperó más y empezó a bajar. Yo buscaba mi otro par de guantes para la bajada pero entre la insensibilidad táctil (toma expresión, es que estudié en las jesuitinas) y las prisas no los encontré y pensé que me los había dejado en la furgoneta.

Así pues, jose y yo iniciamos el descenso a la par pero a mi nada mas comenzar aquello a ponerse cuesta abajo el frío se me colaba por todas las partes. Cada vez más, a más velocidad, más viento, más frío, mas todo… cada vez me encontraba peor. El dolor que tenia en las manos era cada vez mayor, era su forma de gritar de dolor. No tenia sensibilidad ninguna Jose me gritaba que moviera los dedos pero solo el hecho de intentarlo se me hacia un suplicio. Solo pensaba en llegar abajo, solo eran 5 km, nada más… pero parecieron 50

Llegó un momento (bueno, a decir verdad, varios) en que pensé que no llegaba, que sobretodo las manos y los pies me iban a estallar de dolor. Ahí creo que fue cuando empecé a gritar y a decir sandeces sin sentido. Aquí hay que preguntarle a Jose porque yo estaba como en un trance. Creo que me acordé de todo Dios y al pobre Jose le tocó la peor parte porque estaba a mi lado, en ved de agradecer sus ánimos, rechazaba su ayuda y no sé que le gritaba. Decididamente, había perdido el control de mis actos. Hacia ya un par de kilómetros que ya no pedaleaba, me dejaba llevar a una muerte segura (vale, esto fue un recurso literario, pero queda bien) Solo quería llegar a la estación de esquí y meterme en algún sitio medio caliente. Al llegar al cruce no vi a dani y supuse que ya habría seguido hasta trives pero yo no podía más. Tiré hacia la zona del alquiler de telesillas y el supermercado. Detrás oía como a Jose le sonaba el teléfono pero yo no podía parar. Bajé hasta la plaza esa que por no tener no tiene ni un sitio donde meterse. La cola de los remontes llegaba hasta la puerta y el súper estaba cerrado. Tocaba dar vuelta y volver a subir. Ahí me vine abajo. Me bajé de la bici y me di cuenta de que no podía ni empujarla a pie. No tenia ni fuerza ni sensibilidad. Jose estaba bajando y hasta creo que te tiré la bici cuando llegó a mi altura. La dejaba allí y me iba a buscar refugio. Decir que en la estación no nevaba pero yo seguía igual. Jose me dice que me tranquilice que llamó Dani que estaba en un bungalow y que podíamos ir hasta allí para calentarnos. Milagro!!! No quería saber más, tiré hacia allí como pude casi arrastrando la bici. Jose me decía que esperara y que intentara entrar en calor pero en mi mente solo se dibujaba la palabra bungalow……..ahí creo que el amigo jose no se soportó más (y con razón) y tiró hacia el bungalow conmigo detrás a duras penas. Los 200-300 metros de bajada hacia la zona de bungalows fueron terribles, nunca pensé que una bajada pudiera doler tanto!!! Josiño encontró rápido el bungalow. Cuando yo llegué vi a un par de chicas mirando por la ventana y pensé que se había equivocado, que no era posible que Dani estuviera allí dentro. Luego pensé que igual era una prima lejana o alguna compañera del martín códax o vete tú a saber que… Jose llamó a la puerta y entró conmigo detrás. Nos recibieron un grupo de chicas de unos 15 años mas o menos?? Serían unas 5 o 6. A duras penas pude decirles hola y entré desesperado en busca de calor. En la salita me encuentro a mas chicas unas tiradas en la cama otras en una mesa y al fondo pegado a un radiador veo al bueno de dani como si fuera “el abuelo fue picador” recién llegado de la mina, con los pies delante de la estufa. “vente pa’acá casa que estas chicas nos están dando la vida” me puse a su lado y el contraste frío-calor hizo que al principio me doliera mucho acercarme al calor y me costó horrores quitarme la ropa mojada pero poquito a poco me iba encontrando mejor. A la par me iba dando cuenta que cada vez había mas chicas de otros bungalows y claro, alucinaban a ver a tres taraos vestidos de ciclistas calentándose allí dentro. Las chicas eran asturianas (porque Asturias es mi patria) y estaban de excursión allí. Estuvimos cerca de media hora, como cada vez me encontraba mejor empecé a agradecerles la ayuda y como buen asturiano hasta me marqué el detalle de cantarles Víctor Manuel a pesar de los intentos de Dani y Jose de que me callara. Pero cuando estás al borde de la muerte y vuelves a nacer, hay que agradecerlo de alguna manera. Prometí volver con una bica de Trives para ellas, luego estos taraos no me dejaron regresar, así que estoy en deuda con esas chicas para siempre

Iniciamos la bajada hasta Trives, mas calientes y sin lluvia, yo dejándome llevar y solo pensando en volver a subir con la furgalla y ducharme en agua hiper caliente. El amigo Jose seguía mosqueado conmigo y yo sabia que tenia que pedirle perdón, pero primero quería pegarme la ducha y mandarle un bocata y ya mas tranquilos hablarlo. Jamás estuve tan contento de ver una C-15. Nos cambiamos y subimos, no me acuerdo muy bien pero serian las 3 de la tarde más o menos. Llegamos hasta la piscina de la estación de esquí y jose tras ligarse a la taquillera consiguió que nos dejaran utilizar solo las duchas. En mi vida me habrá sentado mejor una ducha como esa, creo que estuvimos una media hora sino fue más tiempo. Durante la ducha solo se oían exclamaciones de placer cuál orgía griega. Fue el momento del día, sin duda, y puede que del año. Luego nos fuimos a comer algo al bar de la estación, dando buena cuenta de los pocos bocadillos que quedaban en el bar. Ya volvíamos a ser personas. Ahí le pedí disculpas a José por no saber haber controlado mi karma y haber perdido el control porque la situación me sobrepasó y el, cual tío con su sobrinito me sugirió controlarme más la próxima vez. Yo no recordaba de la mitad de lo que había gritado bajando por esa montaña pero bueno, espero que un año después ya me haya perdonado o por lo menos, que me tenga preparada una parecida para vengarse

Dado que los señores “tenemos prisa” querían irse ya, como ya dije antes no pude llevarles a las niñas la bica que se merecían por habernos salvado la vida (si, zagales, como suena), pero eso no fue excusa para que una vez de vuelta en trives y antes de iniciar el retorno, paráramos en una conocida confitería para avituallarnos de bicas para la familia…aunque al menos en mi caso, me las acabé comiendo yo casi todas. La vuelta en la C-15 fue larga pero mucho más agradable ya que por lo menos a mi me tocó asiento delantero y fue José quien optó por la comodidad del cubo de pinturas proa.

Unas 2 horas y pico después, llegábamos a casa con la sensación de haber hecho algo grande aunque las consecuencias podían haber sido trágicas. Días después el medico me diagnosticó síntomas de hipotermia severa en las extremidades, con las consiguientes burlas de mis compañeros, burlas que aún duran en la actualidad…

Y aquí concluye este relato de un hecho real y que espero que se repita a menudo (lo de ascender cumbres, no lo de la hipotermia severa) Quizá se me haya olvidado algún detalle pero espero al menos haber reflejado la heroicidad de 3 zagales desafiando a la madre naturaleza

Moraleja: La ropa de abrigo NUNCA es suficiente, siempre conviene llenar la mochila hasta arriba

Pues nada, hasta la próxima aventura, quizás en el Morredero o mejor en algún desierto africano, todo depende del grado de locura de Jose cuándo se despierta

Saludos cordiales